viernes, noviembre 25, 2005

Simplemente creo que la paciencia no es una de mis
virtudes.
¿Eso contesta la pregunta?

lunes, noviembre 14, 2005

Sin documentos

Aunque suene a rola de Los Rodríguez, no encontré
título más adecuado para una historia por muchos conocida. Al tercer día de
haber llegado a Barcelona, como siempre nos fuimos a tomar el consabido baño de
sol sobre la gruesa arena de Barceloneta. Me moría de sueño, ya que nos
habíamos desvelado el día anterior yendo a casa de un sueco y un argentino que
habíamos conocido en la misma playa, así que me dormí unas horas junto a nuestro
campamento (chelas, agua, pan, carnes frías, nuestras bolsas, la mochila de la
Moni, un paraguas, nuestra ropa). Mis amigas se fueron a caminar o no sé a
donde, porque cuando desperté no estaban cerca. Alrededor de nuestro camping un
montón de tíos y tías de diversas nacionalidades y un chorro de marroquíes
gritando: ¡¡Agua-cerveza-beer!!, con un tonito bien imitable y bien chistoso. Me
limpié la baba al despertar, jaja, y me senté a mirar las pequeñas olas de aquel
frío Mar Mediterráneo. Las ñoñas de mis amigas venían riéndose y acercándose a
mi. No me pelaban, así que les sugerí comer una baguette. Sacamos los
instrumentos e ingredientes para las mismas y el migajón restante lo brindamos a
la parvada de palomas aglomeradas en nuestro perímetro. A la media hora de
haber comido, llegó un marroquí diciéndonos que los chavos de "allá" nos
invitaban un trago. Al voltear vimos a dos güeros con gafas levantando cada uno
una lata de cerveza. Accedimos, ¿por qué no?, y yo tomé una coca light, pues era
un antojo que ya tenía días de no poderme satisfacer, y mis amigas unas
botellitas de agua. Ja, los chavos no creían que hubieran pedido agua, y a
los minutos Mónica los invitó a acercarse (Han de ser gringos, por espléndidos,
decía.). Se sentaron al lado nuestro, riéndose, mostrando su piel blanca
enrojecida por la acción del sol. Uno de ellos era bastante rubio, de nombre
Geoff y el otro, con el cabello rubio cenizo y los ojos verdes, Anthony. Ja,
eran canadienses. Comenzamos a hablar con ellos y ni modo, en inglés
porque no hablaban nadita de español. Nos empezaron a mostrar su fotos, a
tomarse fotos con nosotras, a invitarnos cervezas pero les sugerimos vino tinto.
Corriendo fueron a comprar dos botellas heladas y vasos. Brindamos por
Barcelona, por España, escuchamos a Coldplay, a The Mars Volta, a Outkast, etc.
Nos metimos a nadar como a las 10 de la noche, compraron otras dos botellas y
cierta embriaguez nos envolvió. Fue tan divertido, tan inolvidable, que cuando
nos quisimos ir de ahí, la bolsa de Nallely no estaba. Como pudimos empezamos a
buscar sobre la arena, le pedimos a la policía ayuda, buscamos en los
botes de basura, con linternas, preguntamos pero nunca apareció. Obvio
dentro de la bolsa estaba el pasaporte, varo, cosméticos, y las tarjetas de
crédito. Claro, el episodio se tornó inolvidable por todas
partes.

Al siguiente día levantamos la denuncia del
robo en la Comisaría y hasta el segundo día del incidente pudimos ir al
Consulado Mexicano, pero claro, nuestras autoridades no avisaron el cambio
de domicilio y cuando llegamos a la supuesta dirección, ya tenían dos años de
haberlo cambiado de ubicación. El pasaporte acabamos sacándolo en
la Embajada de México en Madrid. Lo vuelvo a decir, un gran momento
inolvidable.

miércoles, noviembre 09, 2005

En el metro de Barcelona, en busca del fuckin consulado mexicano, pues Nallely ya andaba de ilegal, por el robo del pasaporte.

jueves, noviembre 03, 2005

esperando...

Me siento a hojear una revista. Pienso en que no me encanta estar esperando aquí. Es una sala en color marrón, rodeada de floreros y maceteros. Frente a mi, hay un gran ventanal por el cual se alcanza a ver la calle y claro, mi coche estacionado frente a la tienda en donde compré los cigarros que celosamente guardo en mi bolsa. Me muero de nervios, me choca estar esperando y me molesta aún más porque hace mucho que no veo al chico al que estoy esperando. ¿Puedo fumar?, le pregunto a la recepcionista que se encuentra sentada frente a un escritorio frente a la puerta. La chica asiente, y me señala un enorme cenicero posado sobre la mesa de centro. Le sonrío, no me queda de otra. Abro la cajetilla de camel lights y enciendo un cigarrillo. Le doy una calada y disfruto como sale el humo por mi boca, llenando la salita de espera. Deposito la ceniza lentamente. Cuando llevo la mitad del cigarro, la recepcionista me llama, que ya puedo pasar. Apago el cigarro, apretándolo contra el cristal del cenicero, me levanto y atravieso el pasillo por el que me indican llegare a la oficina del "licenciado". Ja, el término resuena tan gracioso en mi mente. Cuando toco la puerta, escucho su voz, pase me dice. Suavemente giro el pomo de la puerta y dejo que ésta se deslice sobre su eje. Él está mirando hacia la puerta y yo, hacia donde está él. Sonrío con una sonrisa amplia, llena, expectante. Él, en un traje color perla está impecable, usa una corbata color uva. Una frase retumba en mi mente: ¡Se ve increíble! y él, se levanta y con un guiño me dice: ¡Estás increíble!