hollywood ending...

La semana pasada fui invitada por mis amiguitos Canela y Beto a su casa, y claro a saludar a esa bebé llamada Sara Sofía. Que velada tan intensa, tan mágica, tan paralela. Fueron unas cuatro horas las que me pasé por los rumbos sureños, fumando uno o dos o tres cigarrillos lights, mientras sorbía un café americano con coffeemate canela y vainilla, o algún sabor medio exótico. Cuando llegué, apenas me sentaba en la sala y mis amigos me dieron el obsequio de cumpleaños que habían comprado para mi. Una cinta de Woody Allen. Sonreí, tomé el dvd en las manos y lo abrí, rasgando el celofán que lo protegía. Nunca me habían regalado una película, les dije. Me emocioné, y posterior a mi ansia por un nuevo regalo, platicamos de cualquier tema, la verdad es que cualquier tópico se vuelve profundo, lleno de experiencias, opiniones y enriquecimientos. En algunos momentos la música que escuchabamos se tornaba el soundtrack de aquella charla. La plática continúo cuando Beto me llevó al metro. Tanto tiempo lejos pero tan cerca. Ya en mi casa, pusé la película en el reproductor de dvd y la vi con mi madre. Que divertida nos dimos, reímos y nos desvelamos esa noche.
Hace unos días me enteré que no sólo la plática se quedó en las paredes del departamento, ni en el eje ocho, ni en las escaleras del metro de un gran revolucionario, sino que fue a inundar las tazas de café de un sanborns cercano.